Plan de suscripciones

Suscribirse a la Newsletter de Beckmesser

¡No te pierdas ninguna noticia!

¡No enviamos spam! Lee nuestra política de privacidad para más información.

Busca las entradas de cada mes

calendario operístico 2023

Últimos tuits de Beckmesser

Joyce DiDonato visita Asturias, Cataluña y Madrid
dudamel-bayo-sagi-medallas-merito-bellas-artes-2020Gustavo Dudamel, Emilio Sagi y María Bayo, Medallas de Oro al Mérito en las Bellas Artes
Por Publicado el: 30/12/2020Categorías: Noticias

Las nueve sinfonías de Beethoven. La luz del sol distante

Las nueve sinfonías de Beethoven. La luz del sol distante

Si se trazase una línea entre las nueve sinfonías de Beethoven, esta podría tomar varias formas según el motivo de su recorrido: recta, atendiendo a un orden cronológico; sinuosa, emparejando sus similitudes – dramáticas las impares, cálidas las pares -; o quebrada si se saltase entre una y otra para valorar sus puntos en común.

autografo-sinfonia-beethoven

Autógrafo Tercera sinfonía ‘Heroica’ Beethoven

Las tres opciones se trenzan a continuación siguiendo un criterio cronológico a la vez que se subrayan los rasgos característicos de cada una, sus principales innovaciones y, en algunos casos, cómo estas fueron recibidas por el público.

El punto de partida será 1800, año en que Beethoven estrena su Primera sinfonía, siendo ya un reconocido virtuoso en Viena, aún ligada a la forma clásica de Haydn y el ambiente de las óperas buffas de Mozart. Beethoven se planteó su primera incursión en el género con una composición en do mayor y, ya en este momento, que la composición se dirija, como una flecha, hacia el último movimiento – procedimiento que alcanza la cumbre en su Novena sinfonía -. La obra sigue el estilo del siglo XVIII y el propio compositor la definió como prudente y conservadora.

Su Segunda sinfonía es fruto de su inquietud por buscar su propio camino y espacio. Compuesta entre 1801 y 1802, la partitura es más extensa, de mayor contraste y armónicamente más aventurera; la forma queda también supeditada a esta liberación y sustituye el habitual minueto por un scherzo. Esta sinfonía, como ocurre con la Cuarta y la Octava, se asocia al estilo operístico, cuajada del mismo optimismo que tendrá la Sexta, a pesar de haber sido escrita en un momento de crisis personal. Estrenada junto a la Primera en el mismo programa, la fuerza de la Segunda fue rechazada por el público y anticipa el estilo que definirá al Beethoven maduro.

Con el estreno de la Sinfonía n.3 Beethoven marca un antes y después en la historia de este género. Compuesta entre 1802 y 1803 se estrena finalmente en 1805. Quiso componer una obra monumental, que reflejase no solo la esperanza en un héroe que librase a la humanidad de la tiranía, encarnado en Napoleón, sino también hasta dónde podía llegar él mismo como compositor. El imaginario de la sinfonía está cuajado de batallas, ejércitos, marchas militares, héroes y leyendas clásicas. Así se comporta el material musical, que avanza como la preparación de una batalla: el tema es el elemento arquitectónico del movimiento y la forma se disuelve. La dimensión de la sinfonía aumenta, como también la exigencia a sus intérpretes – con una escritura para trompa más compleja que en obras anteriores y un nuevo papel para los violonchelos, a los que otorga una función principal -.

Cuatro años separan la Primera de la Tercera sinfonía y con cada una dio un nuevo significado a este género. Aunque sus ideas le costasen algún fracaso económico, Beethoven estaba preparado para desafiar al público con composiciones audaces, guiado por el principio de la Ilustración que afirma que “solo el arte y la ciencia son capaces de elevar a la humanidad al nivel de la divinidad”.

En 1807 estrena su Cuarta sinfonía, que escribe en 1806 al mismo tiempo que las Oberturas de Leonora n.2 y n.3 para su única ópera. Como consecuencia, el lenguaje operístico vuelve a dominar su sinfonía – como ocurrió en la Segunda -. De nuevo, esta obra es el envés de la Tercera, consolidando el patrón recurrente entre las parejas de sinfonías. La orquestación se reduce y se vuelve más íntima que las anteriores; la sonoridad recuerda a sus modelos, Haydn y Mozart; y las atmósferas que evoca se vuelven delicadas y nocturnas, acercándose de nuevo a la idea de que la sinfonía debía ser un género vinculado a lo público.

La composición de esta sinfonía paralizó la escritura de la Quinta, que comenzó a esbozar en 1804 y terminó en 1808. Beethoven trabajó en la Sinfonía n.5 en do menor al mismo tiempo que en la Pastoral, y las primeras ideas surgieron en el mismo momento que los primeros compases de la Heroica, con la que comparte discurso dramático y técnica compositiva: el desarrollo de un motivo como motor de la obra. Las primeras cuatro notas- y en particular su diseño rítmico-, son el germen del material que aflora en la sinfonía, y aparecerá repetitivamente con diferentes tratamientos. La forma sonata convencional estructura el primer movimiento, aunque la coda será tan larga como la exposición y el desarrollo y solo se resolverá en el último movimiento. Sin embargo, este final es similar al de la Tercera pero con una pátina diferente: el eje que vertebra la composición no es ya la imagen del héroe sino el propio individuo, un grito de victoria interior.

El poderoso mensaje de la Quinta volvería a dar una vuelta al género de la sinfonía, situando la intimidad y la conciencia en sí mismo en primer plano.

La intensidad de esta obra es de nuevo la cara A de la siguiente, compuesta y estrenada en 1808,  unos meses después de la Quinta y con material perfilado durante la escritura de la Cuarta. La forma queda de nuevo subordinada a la idea que impulsa la creación de esta obra: el efecto en el alma de un día en el campo, la contemplación de Dios y la ensoñación derivada de la Naturaleza. El género pastoral había sido ya ampliamente cultivado, generando clichés y motivos asociados con lo bucólico o ligados a lo campestre. Beethoven recupera estas evocaciones – melodías populares, danzas campesinas, cantos de pájaros – y las recrea en diferentes movimientos con colores orquestales cálidos, suaves y espaciosos: la llegada al campo, el trance de su contemplación y fenómenos naturales. De nuevo, el compositor recoge los ecos de la Ilustración, que veían la naturaleza como la manifestación de lo divino.

1808 pone fin a un periodo de producción prácticamente sin parangón en la historia de la creación artística, en los que Beethoven concluye 6 sinfonías, la Fantasía coral, cuatro conciertos, once sonatas para piano, 9 cuartetos de cuerda, una ópera, una misa y una serie de oberturas y obras de cámara que asentaron nuevos modelos para cada género. Entre los cuatro años que separan la Sexta de la Séptima sinfonía, la vida de Beethoven comenzó a oscurecerse: desaparecieron amigos y mecenas, su depresión se agudizaba al mismo ritmo que su sordera y la incertidumbre retaba la dirección de su carrera profesional.

El compositor dedicó los años 1811 y 1812 a la composición de la Séptima sinfonía, en la se aprecian resonancias de las melodías populares que Beethoven arreglaba en ese momento y las formas de danza, modelos eternos, afianzan su estructura. Con esta obra, Beethoven comienza a abandonar el heroísmo de la Tercera, la individualidad de la Quinta y vuelve su mirada de nuevo hacia la obra de sus antecesores. El ritmo, de raíz folclórica, cobra mayor protagonismo que la melodía en el primer movimiento, y el segundo, conmovedor y cautivador desde la primera escucha, anticipa la música orquestal romántica. Fue uno de los mayores triunfos de su carrera.

En la Octava sinfonía, que compone en 1812 y estrena en 1814 junto a la Séptima y La victoria de Wellington, tiende hacia lo galante con atmósferas optimistas y orquestación delicada. En esta ocasión, Beethoven recupera el minueto – que en sus sinfonías anteriores fue sustituido por el scherzo -.

Beethoven ya se planteó poner música al poema ‘An die Freude’ de Schiller en su juventud, por lo que el origen de esta sinfonía se remontaría a sus años en Bonn y tardaría casi una década tomar forma. Al igual que la Tercera, el impulso de la Novena surge de inquietudes políticas, éticas y sociales, cuya ambición es la composición de un himno para la humanidad – el primer movimiento emerge del caos, entierra el ideal heroico de la Tercera y comienza a configurar el tema coral del último movimiento, una nueva esperanza, un nuevo ideal – la libertad y la felicidad de una humanidad fraternal -.

En ella se condensan vivencias personales – el auge y caída de la Revolución Francesa, Napoleón y los déspotas ilustrados; amores frustrados y éxitos profesionales; derrumbes económicos y la adopción de su sobrino, así como sucesivas depresiones -, y distintos estilos musicales – modos eclesiásticos, marchas militares, canciones populares, himnos nacionales, recitativos operísticos y su propia escritura en este género – desafiando lo escrito hasta la fecha: el primer movimiento, de enigmático arranque, mayor complejidad, basado en fragmentos que dejan flotar la armonía sin cadencias, imita la estructura del primero de la Heroica y profundiza en la tragedia del primero de la Quinta; el scherzo se vuelve robusto y musculoso; el enternecedor movimiento lento establece un nuevo paradigma y el cuarto culmina las ideas avanzadas en el primer movimiento. Desde el principio de su composición tenía claro que toda la obra culminaría en el finale, movimiento al que aporta mayor peso e importancia. En él aparecen por primera vez un coro y solistas que entonan la conocida melodía con los versos de Schiller, meta y cumbre de la sinfonía. El vínculo entre las personas que Schiller defendió en su poema encuentra por fin su anhelado homólogo en música, un tema que hoy es himno de Europa y ejemplo de obra universal.

La vida de Beethoven se apagó el 26 de marzo de 1827 en Viena, cortando el tallo de cualquier obra posterior – hoy los algoritmos trabajan en lo que podría haber sido su Décima sinfonía -.

En 1812 Beethoven recibió una carta de admiración de una pianista llamada Emilie M. y, en su respuesta, Beethoven agradece y declina sus alabanzas porque “El artista carece de orgullo”, explica, “Es consciente por desgracia de que el arte no tiene límites; tiene una vaga percepción de lo lejos que se encuentra de alcanzar su meta; y mientras otros quizá lo admiran él lamenta el hecho de no haber alcanzado el punto en el que solo la mayor inspiración ilumina su camino, como un sol distante”. Caminemos bajo su sol de medianoche. Maria Flores Dorda

Consulte toda la serie dedicada a celebrar el 250 aniversario de Beethoven siguiendo estos enlaces:

Beethoven, principio y fin

Beethoven, el falso romántico.

Cronología de la vida de Beethoven.

Discografía de Beethoven 250 años después.

Beethoven y España.

Sonatas para piano de Beethoven. Historia de un viaje fascinante.

Beeethoven: la soledad del amante.

banner-calendario-conciertos